La casa de los suicidios by Charlie Donlea

autor:Charlie Donlea [Donlea, Charlie]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Intriga
editor: ePubLibre
publicado: 2020-07-28T00:00:00+00:00

CAPÍTULO 43

Rory llevó el vaso vacío del detective Ott a la cocina y le sirvió otra Dark Lord. Ella se sirvió otra.

—Gracias —dijo Ott cuando Rory le entregó el vaso de cerveza negra servida con pericia para que quedara espuma en la parte superior.

—Tengo la sensación de que no ha venido aquí esta noche a interrogar a Lane.

—No, vine por otra cosa —respondió él mirándola a los ojos—. Y hay un motivo por el que vine solo.

Rory quería apartar la mirada, como habría hecho normalmente cuando alguien establecía contacto visual de manera forzada. Pero esa noche no lo hizo. Esa noche le sostuvo la mirada al detective porque sabía por qué estaba allí.

—Sí —comentó ella—. He echado de menos a su pitbull.

—Morris es buen detective, pero es joven e inexperto y se mueve estrictamente según el reglamento.

—¿Y usted se salta las reglas? —preguntó Lane.

—Cuando es necesario. —Ott seguía mirando a Rory—. Voy a ser completamente transparente: tras hablar con usted en el hospital, reconocí su nombre e investigué un poco. Luego llamé a su jefe en Chicago. Ron Davidson y yo nos conocemos desde hace tiempo y se mostró muy convincente cuando me dijo que usted es muy buena en su trabajo. Sé que nuestra policía estatal ha trabajado con usted y el doctor Phillips a través del Proyecto de Responsabilidad de Homicidios.

El PRH era la empresa que había creado Lane para identificar asesinos en serie. Había desarrollado un algoritmo que rastreaba características específicas de homicidios en el país y detectaba coincidencias entre ellos. Cuando aparecían suficientes marcadores, se creaba un punto de acceso y se llevaban a cabo más análisis para ver si las etiquetas que el algoritmo recogía señalaban a una misma persona como responsable de los homicidios. Hasta el momento, el PRH había descubierto una docena de asesinos en serie y el software estaba siendo mejorado y se estaba certificando para los departamentos de policía de los Estados Unidos.

—Su trabajo en reconstrucción forense es legendario —prosiguió Ott—. Y para serle franco, me vendría bien una ayuda. Necesito que otra persona estudie el caso del Instituto Westmont y lo aborde desde una perspectiva nueva. Necesito a alguien que pueda reconstruir casos sin resolver y descubrir lo que otros han pasado por alto.

Ott enderezó la espalda y ensanchó el pecho.

—Soy buen detective y tengo amor propio. Pienso que hice todo lo posible con el caso de Westmont. Pero si otro chico más vuelve a esa casa y se arroja delante de un tren, creo que no lo resistiré.

Rory sentía la nuca mojada de sudor; por un instante, se le cerraron los pulmones, pero les dio la orden de volver a expandirse.

—Voy a necesitar acceso a todo —dijo antes de darse cuenta de lo que estaba pensando—. Si voy a ayudarlo, voy a necesitar todo el material.

Ott asintió como si ya lo hubiera considerado.

—También voy a querer ver la escena del crimen con mis propios ojos. Recorrerla en persona.

Rory no mencionó que caminar en las huellas dejadas por los muertos

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